15 de abril de 2018

Cuando la noche va al monte

Cuando la noche va al monte, los venaditos bajan a beber agua en los charcos que la lluvia dejó en la hojarasca.Y las estrellas cuelgan del ramaje.Y cientos de cocuyos van regando sus destellos en todas direcciones, como mínimos semáforos enloquecidos.Y se dejan oír los ruidos más curiosos, las voces animales y el rumor vegetal, que conservan su alianza y se dan al milagro de los sueños.
Cuando la noche va al monte, los venaditos beben de la luna en los charcos.O se quedan mirándola en el fondo, como temblando de frío o agitándose, cubierta de reflejos cristalinos.Entonces los venaditos piensan que la luna es más linda bajo el agua, porque vibra y parece que respira, y los calma la sed, y deja como un sorbo de luz en sus gargantas.

Escrito para Osmani (1987)
Alberto Serret.


8 de abril de 2018

La Ternura

¿ Sabes tú qué es la ternura ? Aún sin saberlo la transportas.Tus ojos son el nido de la ternura, ternura en pañales, ternura que irá creciendo y madurando sin que te des cuenta.
La ternura estuvo contigo mientras mamá te llevaba en su interior a todas partes, cuando hablaba de ti y del nombre que te iba a poner si nacías varón.Después nació contigo, porque la ternura nace con todo lo que nace siempre que sea bueno para los hombres.Y todo hombre es bueno para los hombres cuando nace.Más tarde, quién sabe si seguirá siéndolo, o si, en cambio se convertirá en un azote de ese mismo hombre que lo vio crecer y madurar y alcanzar la edad adulta.
Ahora no puedes comprenderlo; pero más adelante, cuando este libro llegue a tu poder íntimo, seguramente ya estarás a las puertas de la adolescencia y el fruto que eres empezará a oler a miel, y las abejas lo frecuentarán, alternando entre los cálices fragantes de los jazmines o las malvas flores y tu pulpa envuelta en su cáscara preciosa.
El hombre, en fin, es la ternura.Y es esa ternura la que nos diferencia a unos de otros.Alguien puede ser muy útil y juicioso, muy hábil en el manejo de cualquier cosa servible; pero si no posee mucha ternura, si está casi seco de ternura, todo lo que emane de él tendrá tan poco sabor como un canuto de caña al que le ha dado un sol muy fuerte.La ternura es la esencia, el vino, el licor con que cuentan los seres humanos para embriagar la tierra, la primera razón que tienen para repartirse.
Y la ternura no tiene raza, ni sexo, ni estatura, ni ocupación...No permitas que nadie envilezca tu ternura con rayas y signos, con afeites o mallas protectoras.Quizá a tu mayoría de edad aún las naciones no se hayan unido con un sólo objetivo: el de conquistar toda la belleza del universo y hacer con ella un tapiz donde apaciente la vida; posiblemente todavía para entonces existan la división en categorías sociales, la lucha por el poder y el abuso de los más fuertes; y posiblemente, ya envejeciendo, te digas: "Él no sabía bien, cuando escribía aquel libro para mí, todo el tiempo que había que esperar aún..."O algo por el estilo.Pero, a pesar de eso, con cada vuelta que des, deberás tener presente que sólo la ternura es capaz de mantener puro a un hombre, suceda lo que suceda, hasta el final de sus días; que puede llevarla como un estilete al cinto y usarla como arma cuando le fuese necesario.
Si llevas la ternura por principio, sino permites que la socaven con malicia, las pasiones de los otros y hasta tus propias miserias, ella se erigirá alrededor de ti como un muro fino de luz que no dejará pasar ninguna piedra; si la dejase, tu herida cicratizaría rápidamente, la piel prosperaría sobre ella lo mismo que esa hierba perenne a orillas de los ríos, y no quedaría sino el recuerdo del golpe, un golpe suave incapaz de marcarte para siempre: una simple experiencia, un roce de la materia que circunda tu mundo interior.
Nada tendrás que reprocharte entonces.Si acaso tu ternura será la única culpable, y ella se encargará de responder por ti.

Escrito para Osmani (1987)
Alberto Serret


Dos Palomas

El niño vio cuando las dos palomas llegaron del llano a la ciudad. Era un verano tibio y las hojas ocultas de los árboles brotaban por los nudos chorreantes de resina. Entre calle y calle se extendían los rectángulos de tejas coloradas, y entre casa y casa los postes de algún tendido eléctrico.
La paloma negra y la paloma pinta decidieron quedarse en la ciudad y buscar un rincón donde asentar su nido.Las alas rumorosas, como de blanco acero, escogieron lugar debajo del tragante de una canal estrecha.
- Pero ..., ¿ y las lluvias, papá ? - se preocupó el niño - ; con las lluvias de mayo, sus huevos serán arrastrados por el agua que baja torrencial de los aleros, y las dos palomas se quedaran solitas, sin nada que empollar durante meses...¡ No las dejes, papá, no las dejes!
El niño supo entonces que hay que escoger muy bien el sitio para el nido.Ese lugar seguro del verano donde el sol y la lluvia no arrastren con su ímpetu, canal abajo, los huevecitos del amor.
Escrito para Osmani (1987)
Alberto Serret.