8 de junio de 2008

LoS PeRRoS DeL DiNeRo

Le zumba el mango caballero que después de un mes de trabajo el premio haya sido el peor salario y el título de esclavista. Eso fue entre el 31 de mayo y el primero de junio pasado.

Es verdad que en horario había sido el mejor trabajo de todos: de 9:30 a.m. a 6.30 p.m. Y que empleados eramos sólo tres de un negocio familiar, y que familia allí eran todos, menos nosotros, los dos cubanos. Primero llegué yo, por un anuncio del periódico. Después llevé a un paisano recién llegado, por tanto más escachao que un tubo de pasta de dientes, ya saben: la solidaridad recurrente.

De los tres empleados, el nativo no separaba los pies del piso. El paisano los separaba, pero le quedaba tiempo para quedar preso del inmovilismo que lo hacía caer en pánico por dar una imagen de que no trabajaba. Ya me había mostrado el viejo truco de "hechar tiempo", es decir de trabajar, pero a un ritmo lento. Lo cierto es que a mí no me alcanzaba el tiempo ni para respirar, y el paisano lo sabía , pero el jefe no, así fue como este me vió fumando y al pasiano fregando el suelo para terminar: en ese instante me gradué de esclavista.

Protesté. Tampoco al día siguiente lo acepté. El fin de mes lo sellé con el silencio del paisano que fue incapaz de pronunciar palabra y explicar el porqué.

A su solidaridad le faltó voz, verdad y honor.