19 de septiembre de 2008

La VaLeNtÍa SiLeNCioSa


¿Cuál puede ser el mérito de gobernar a más de 10 millones de almas a punta de fusil, cárceles y hambre?

Ser valientes es otra cosa.

Levantarse, no desayunar e ir a trabajar o estudiar, puede ser el comienzo de una valentía sin fin.

Y después de recorrer los kilómetros y kilómetros de distancia al trabajo o la escuela, en ida y vuelta, a penas una mínima ración de arroz con frijoles en el mejor de los casos para rematar la jornada.

Así días tras días.

En el trabajo haces que trabajas, tan figurativo es el trabajo como lo es el salario de fin de mes, ellos hacen que te pagan. Sin embargo las cuentas aunque mínimas se convierten en enormes cuentas de agua, electricidad, teléfono, pasajes y la precaria cuota de un racionamiento feroz de los víveres para una dieta de quince días. Si por desgracia ocurre la eventualidad de una enfermedad pues ahí mismo se acaba el mundo, y empieza la desesperación. Enfermos, con médicos, pero sin medicinas.

En harapos, chancletas o tenis desfondados van los jóvenes. Los mayores zurcidos.

Cuando te pones a ver la Tele, tu hijo, el mayor, te pide que le leas los subtítulos de la Película del Domingo al mediodía, sabes que fue a la escuela todos los días de Dios, pero que la escuela no entró en él aunque su certificado de escolaridad le ha permitido trabajar de custodio en un sitio que no se sabe lo que custodia, si a los vivos o a los menos vivos, todos roban por igual. A robar le llaman “luchar”. Y todos los días de Dios tú vigilas al hijo para que no se convierta en un vulgar ladronzuelo.

Y eso de no pensar en voz alta, aquello de cállate vieja que te oyen los vecinos, o cuidado con lo que dices hijo, porque al lechero no lo mataron por echarle agua a la leche…. Autocontrol infinito.

Porque pensar lo que se dice pensar, claro que pensamos, y sentimos y padecemos. Pero ellos creen que somos verracos, o carneros, o cualquier otro tipo de animal, bestias al fin y al cabo.

Pero a la bestia la matamos silenciosamente todos los días, porque nos sabemos fuertes y valientes. Resistimos porque a nosotros no hay quien nos mate de hambre, ni con balas, ni con cárceles. Nosotros no queremos matar, ni a ellos.

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